Artículo: “Tiempo de Adviento” – Daniel Villanueva SJ
Hablar del tiempo no es siempre una obviedad, y de hecho a veces es un problema. No es raro encontrarnos con que muchas veces vivimos el tiempo como un túnel, continuo, sin matices.
Se trata de un tiempo que absorbe, devora, desgasta, agota… túnel donde sólo hay presente y su prolongación homogénea. Escenario de una frenética y acelerada carrera por rentabilizar los minutos y las horas. No hay futuro que me auspicie, ni esperanza que me sostenga… Un tiempo así no está habitado más que por mí mismo, no hay sitio para otro. Diría que hasta huele a cerrado, no está aireado. Se trata de un tiempo sin adviento. No viene nadie.
Esta forma deshabitada, desesperanzada y a la larga estéril, no es la única manera de vivir nuestro tiempo. Éste está llamado a ser otra cosa. La actividad y los resultados no es el único nivel del tiempo y mucho menos el más importante. Existe un substrato, un trasfondo que sostiene, un nivel del tiempo más hondo que siempre ha estado ahí esperando nuestras búsquedas. Es este nivel básico donde respiran nuestros anhelos, donde bebe nuestra esperanza…
Sólo hay que parar y dar tiempo a ese nivel “de fondo”, escuchar y buscar ahí lo que dé sentido y fundamento a mis otros tiempos. Es entonces cuando lo infructuoso de esta búsqueda o lo frustrante de los resultados, me revelan como alguien incompleto, más interrogante que respuesta, abierto fundamentalmente al misterio de la existencia… Y repito, sólo hay que parar y bajar a ese nivel del tiempo para ir descubriendo que lo que completa mi ser, la respuesta a mi interrogante, lo que colma mi apertura, está ahí, viniendo a mi vida, una vez más, como lo ha estado siempre.
Descubrir esta venida, reconocerle a Él su lugar en nuestro tiempo, es vivir el adviento. Es prepararnos para dejarnos completar, responder, colmar… por quien nos ha hecho abiertos al dinamismo de sentido que nos empuja a la vida.
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